La DANA deja huella en la Ribera Baixa: Sollana y Almussafes muestran las secuelas del desastre
Publicado el 15-10-25
La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó la Comunidad Valenciana ha dejado tras de sí un rastro de daños visibles en municipios y polígonos industriales, afectando tanto la vida cotidiana de los vecinos como la actividad laboral en la región. Dos de los lugares más golpeados fueron Sollana y Almussafes, donde el agua transformó calles, viviendas y fábricas en escenarios de emergencia y recuperación.
Sollana: la fuerza del río y los esfuerzos de recuperación
En Sollana, localidad de la Ribera Baixa, el desbordamiento del río Magro provocó inundaciones generalizadas que incomunicaron al municipio durante varios días. Las calles y casas se llenaron de agua, y muchos vecinos tuvieron que abandonar temporalmente sus hogares mientras los servicios de emergencia trabajaban sin descanso para garantizar la seguridad.
Hoy, días después del episodio, la situación ha mejorado significativamente. Los equipos de limpieza y reparación han logrado restablecer gran parte de las infraestructuras básicas: calles despejadas, puentes reparados y redes de saneamiento funcionando. Además, las autoridades locales habilitaron albergues temporales y distribuyeron ayudas económicas y materiales para facilitar la recuperación de los afectados.
No obstante, los daños todavía son visibles en muchas viviendas. Las humedades en paredes y techos, desperfectos en muebles y enseres, y signos de la inundación permanecen como recordatorio del desastre. Algunos vecinos expresan preocupación por la lentitud en los trámites de las ayudas y la falta de recursos para afrontar todas las reparaciones necesarias.
Almussafes: la DANA sorprende en el corazón industrial
Mientras Sollana enfrentaba la fuerza del río, Almussafes vivió un impacto distinto, concentrado en su importante polígono industrial. Trabajadores de la planta de Ford relatan cómo aquel día comenzó como cualquier otro: turnos normales, ruido de máquinas y la lluvia intensificándose progresivamente. Sin embargo, pronto la situación se volvió crítica; carreteras cortadas y transporte paralizado dejaron incomunicados a muchos empleados, algunos de ellos atrapados temporalmente en las instalaciones hasta que las autoridades garantizaron su seguridad.
El paso del agua dejó huellas visibles: barro en las fachadas, charcos que aún no se han secado y un olor persistente a humedad mezclado con productos industriales. A pesar de las dificultades, la actividad industrial comienza a recuperarse lentamente, mientras los trabajadores reflexionan sobre la vulnerabilidad de la región ante fenómenos meteorológicos extremos.
Lecciones y resiliencia
La DANA ha recordado a la Ribera Baixa la importancia de la prevención y la resiliencia ante fenómenos climáticos intensos. Autoridades locales y autonómicas trabajan en la mejora de infraestructuras, sistemas de drenaje y planes de emergencia para reducir el impacto de futuros episodios. La solidaridad de los vecinos y la cooperación de los servicios de emergencia han sido esenciales para enfrentar la crisis y reconstruir el día a día de Sollana y Almussafes.
Aunque las marcas de la DANA aún se perciben en calles, viviendas y fábricas, la recuperación está en marcha. La experiencia ha dejado lecciones sobre la preparación ante inundaciones y la necesidad de reforzar la seguridad y la respuesta frente a desastres naturales, recordando que, incluso en los momentos más difíciles, la comunidad puede unirse para superar las adversidades.